lunes, 19 de junio de 2017

"Arrasa con lo que veas, y generoso no seas."



La temporada 2016-2017 de la NBA llegó a su término con la victoria de los Golden State Warriors en el quinto partido de las finales de la NBA contra los Cleveland Cavaliers. Unas finales que se han decantado por los de la Bahía de Oakland con un resultado de 4-1. Pese a que los Cavaliers batallaran y consiguieran una victoria en el cuarto partido de la serie, ese triunfo no fue más que un hecho aislado en unas finales en las que los Warriors exhibieron una superioridad incontestable.

En la única victoria de Cleveland, el equipo de Ohio anotó 49 puntos en el primer cuarto, récord de puntos en un cuarto en la historia de la NBA. Tal vez los de Tyronn Lue no pudieran extrapolar este extraordinario porcentaje de acierto a otros partidos simplemente porque tal nivel de acierto es tremendamente difícil de repetir. Lejos de confirmar que los Cavaliers ganaron ese partido por pura suerte, sí conviene plantearse la naturaleza de una única victoria que se produjo en circunstancias extraordinarias. Para ser justos, hay que considerar que, si no hubiera sido por una remontada de los Warriors en los últimos tres minutos y un triple de Durant en la misma cara de Lebron, Cleveland se habría llevado el tercer partido de una serie en la que, de haberse colocado con un 1-2 en contra en lugar de un 0-3, el resultado final podría haber cambiado considerablemente...

O no. La superioridad de los Golden State Warriors con respecto a los Cleveland Cavaliers en estas finales ha sido más que patente. De hecho, no solo con respecto a los Cavaliers, sino con respecto a los otros 29 equipos de la NBA. Tras sumar dos temporadas consecutivas de 67 y 73 victorias, respectivamente, de 82 posibles, los Warriors fueron a por uno de los agentes libres más cotizados y valiosos de los últimos años: Kevin Durant. Y se hicieron con él, formando así un equipo que fácilmente podría calificarse de "abusón".

Pese a que los de San Francisco perdieran las finales de la NBA en esa temporada 2015-2016 en la que consiguieron 73 victorias, ya eran claramente el mejor equipo de la liga. Esas finales de 2016 no fueron otra cosa que la enésima demostración de poderío de un Lebron James que con la ayuda de su escudero de lujo Kyrie Irving llevó a su equipo a remontar un 1-3 en contra, algo que nunca nadie había conseguido en unas finales.

La llegada de Durant, a la postre principal actor de los Warriors y MVP de las finales de 2017, suponía la formación de un "superequipo", palabra que nos hemos hartado de repetir aquí, en Estados Unidos, y en definitiva en cualquier lugar en el que se siga la NBA. Es el "trending topic" de la NBA, aquello de lo que todo el mundo habla, porque quizás nunca antes hayamos estado ante un equipo con capacidades tan apabullantes como las que exhiben estos Warriors. Lo dijo Lebron James, que acaba de jugar su séptima final consecutiva: "este es el equipo con más pólvora contra el que jamás he jugado", fue su mensaje.



No nos engañemos. Para jugar 3 finales consecutivas y ganar el anillo de campeón de la NBA en 2 de ellas es necesario ser un "superequipo". La historia de este hermoso deporte está escrita por equipos que marcaron épocas: los Celtics de Russell y Cousy, y más tarde de Bird, McHale y Parish, los Bulls de Jordan y Pippen, los Lakers de Kobe y O´Neal, los Spurs de Robinson y Duncan (y de Parker, Ginóbili y Duncan con un factor Popovich igualmente importante e incombustible), los Celtics de Pierce, Garnett y Allen, e incluso los Heat de Bosh, Wade y Lebron, que recientemente afirmó que "nunca había jugado en un superequipo". Y la lista sigue. Prácticamente cualquier equipo que se haya proclamado campeón de la NBA es un superequipo. Por eso es la mejor liga del mundo, con los mejores equipos del mundo, y uno que destaca por encima de los otros 29.

La cuestión es cuánto debe destacar el equipo campeón y los equipos aspirantes al título sobre el resto de la manada. La misma cuestión que se plantea con el eterno "bipartidismo" del fútbol español, con Real Madrid y FC Barcelona molestados sólo ocasionalmente por otros equipos, debería plantearse también en la NBA, donde, si bien es cierto que el grado de competitividad ha variado a lo largo de los años y hemos podido asistir al dominio de ciertos equipos, comenzamos a enfrentarnos a una crisis de competitividad  desde el momento en el que Kevin Durant se unió a los Golden State Warriors.

Por mucho que se mueva el mercado, y por muy buenos jugadores que consigan contratar otros equipos, no parece haber una alternativa real al equipo de moda en la NBA, al menos a corto plazo. El núcleo de los Warriors, formado por Stephen Curry, Klay Thompson, Draymond Green y Kevin Durant, tiene una media de edad de 28 años, una cifra ideal para continuar jugando al más alto nivel durante varios años por venir. Salvo deseos puntuales de estos jugadores de liderar a su propio equipo en lugar de compartir estrellato y relevancia en los Warriors, o de aspirar a ganar más dinero y por tanto marcharse en busca de un equipo necesitado de un líder, no se atisban situaciones que puedan desestabilizar a este grupo de jugadores, que parece llamado a dominar la NBA en los próximos 4 o 5 años, mientras el resto de la liga se desvive por tratar de acercarse a una cima que parece inalcanzable, en la que los Warriors llevan instalados 3 años. En dos de esos años se erigieron como los dictadores, los tiranos de la NBA batiendo un récord de 72 victorias que parecía inalcanzable, y en el tercero añadieron a uno de los tres mejores jugadores de la NBA: un Kevin Durant que se unió al equipo que le eliminó en los Playoffs cuando era la referencia de los Oklahoma City Thunder, uno de los antaño candidatos a hacerle frente a estos Warriors cuyas opciones se evaporaron al perder a Durant.



Afortunadamente, la NBA goza de buena salud económica y deportiva, y de una batería de jugadores jóvenes extremadamente talentosos que garantizan el relevo generacional que se acentúa cada temporada con la retirada de los astros del baloncesto que admiramos durante décadas. Sin embargo, la competitividad por la que se caracteriza la mejor liga de baloncesto del mundo parece estar seriamente puesta en jaque por los Golden State Warriors, un equipo que cumple a rajatabla aquella célebre máxima de una de las películas de la saga "Piratas del Caribe": "arrasa con lo que veas, y generoso no seas."

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