martes, 28 de febrero de 2017

Cuando la liebre es el gato



Javier Romero (@_javier_romero)

El traspaso de Demarcus Cousins a los New Orleans Pelicans ha sido una de las grandes historias de la temporada en la NBA. Los Sacramento Kings, en plena crisis de resultados y reputación, decidieron deshacerse de su gran estrella y mandarla a Luisiana para recibir a cambio un paquete cuyo valor parecía muy inferior al de Cousins: Buddy Hield, Tyreke Evans, Langston Galloway y dos elecciones en el draft del año que viene, una en cada ronda.  Los Pelicans dieron a los Kings gato por liebre.

El resumen del traspaso, en papel, es el siguiente: una de las mayores superestrellas de la liga (Cousins) junto a un jugador de limitado impacto (Omri Casspi) por una promesa de 23 años (Hield), un escolta talentoso pero sin tiro de tres y que nunca llegó donde se esperaba (Evans), un base suplente (Galloway) y dos dados al aire (las dos elecciones del draft). Lo dicho: gato por liebre.

Pero, ¿y si los Kings acertaron al traspasar a Cousins, endosándole a los Pelicans una superestrella a la que tendrán que pagar durante una temporada y media sin saber si se quedará en el verano de 2018, cuando sea agente libre? ¿Y si en Sacramento se han quitado de encima a uno de los mayores "bocazas" de la NBA, un jugador que lleva 18 faltas técnicas a finales de febrero? ¿Y si New Orleans ha traído una presencia que rompe la química del equipo y perjudica las relaciones en el vestuario? ¿Y si la liebre es el gato?

Nunca es aconsejable sacar conclusiones de manera apresurada. Incluso en el caso de este traspaso, en el que aparentemente todo se veía bastante claro, hay un trasfondo que no siempre se aprecia a primera vista. La dupla que ahora forman Anthony Davis y DeMarcus Cousins, dos de los mejores jugadores de la liga, asustaba. Lo digo en pasado porque, tras jugar tres partidos con su nuevo dúo dinámico, los Pelicans han ganado cero partidos y han perdido tres. Es cierto que los jugadores necesitan tiempo para adaptarse a un nuevo equipo, especialmente si la magnitud del jugador nuevo es similar a la de Cousins. Posiblemente los Pelicans comiencen a carburar y consigan encarrilar el curso de esta temporada. Pero si hay algo que les falta a los de Nueva Orleans es tiempo. A falta de 22 partidos para el final de la temporada regular, son decimoterceros en el Oeste. A su favor juega el que la zona media-baja de la conferencia Oeste se encuentre muy comprimida a cierre de este artículo (los Nuggets son octavos con 26 victorias y 33 derrotas y los Pelicans, decimoterceros con 23 y 37), pero las sensaciones del equipo no invitan al optimismo.





Si los Pelicans tenían un objetivo trayendo a Cousins, es, como mínimo, clasificarse para los Playoffs este año. Lo consiguieron en la temporada 2014-2015, en la que terminaron cayendo ante los Warriors por 4-0. Desde entonces, han entrado en una travesía por el desierto de la que no consiguen salir a pesar de contar con Anthony Davis, que a sus 23 años ya domina la NBA.

La situación de Cousins es muy particular. Todo el potencial y el talento del mundo, un físico dominante como pocos en la NBA, pero una bomba de relojería en el vestuario. Una cabeza desastrosa, costumbres de protestar a los árbitros en exceso y una evidente falta de habilidades de liderazgo. En seis temporadas en Sacramento, el máximo de partidos que Cousins ha ganado en una temporada ha sido 33. El hecho de que no ha conseguido más victorias que derrotas en ninguna temporada habla por sí solo. No cabe duda de que Cousins nunca ha contado con plantillas competitivas que le permitieran entrar en los Playoffs con facilidad, pero sí que se le puede achacar una falta de liderazgo y de ejemplo.

Desde el comienzo de la temporada el 25 de octubre, Cousins ha recibido 18 faltas técnicas y en torno a 20 multas provenientes de la NBA por diversos motivos: peleas, insultos a árbitros y periodistas, lanzamiento de protector bucal al público... En el partido de ayer contra los Thunder, Cousins se enganchó con Steven Adams en la zona y recibió su decimoctava técnica de la temporada a los 30 segundos de comenzar el partido. Esta técnica implica que, a partir de ahora, se perderá un partido por cada técnica que reciba. Además, como comentamos previamente, su contrato expira en el verano de 2018, donde podrá elegir entre ofertas que seguro no le faltarán. Con la incertidumbre que ello conlleva, los Pelicans no poseen mucho margen de mejora. Están obligados a comenzar a ganar y a construir un equipo del gusto de "Boogie" para que este decida quedarse.

Los Pelicans fueron extremadamente inteligentes en la fecha límite de traspasos de la NBA. Sabedores de que los Kings querían deshacerse de Cousins cuanto antes, ofrecieron un paquete mediocre que les bastó para hacerse con un gran jugador que, si funciona, puede cambiar el rumbo del equipo, hasta ahora muy negativo. Una liebre. No obstante, en caso contrario, los Pelicans se habrán hecho con un jugador pasajero que corrompe la armonía del vestuario y busca un equipo al que unirse en 2018. Un gato.

Si hay una razón por la que los Kings no se deshicieron de Cousins antes, cuando su valor era mucho mayor, era la predilección del dueño del equipo, Vivek Ranadive, por su estrella. Expertos y personas cercanas a la NBA como Adrian Wojnarowski, el maestro en lo que a traspasos de la NBA se refiere, se han hecho eco de esta fijación del magnate indio por Cousins, que se contemplaba como lo único positivo que le ha sucedido a la franquicia en el plano deportivo durante los últimos años. Tras haber regalado a jugadores como Isaiah Thomas o Hassan Whiteside, Cousins era la balsa a la que se agarraban en Sacramento para salir a flote. Pero esa balsa, a falta de jugadores competentes a su alrededor para convertirse en barco y luchar por los Playoffs, se ha ido deshinchando a causa del constante fracaso, hasta que los Kings se vieron obligados prácticamente a regalarla a los Pelicans.

El balance del traspaso es aún incierto. Con apenas una semana transcurrida tras la operación es complicado sacar conclusiones. Sí observamos que Cousins aún está lejos de adaptarse a su nuevo equipo, y así lo demuestran los escasos 30 minutos por partido que ha disputado desde su llegada a Nueva Orleans debido a las faltas personales. Sólo el tiempo podrá determinar hacia dónde se dirige este equipo, para el que llegar a los Playoffs es una absoluta obligación.

Los Kings, en cambio, ya han comenzado una reconstrucción que, si bien se antoja tortuosa, es también muy necesaria. Disponen de jugadores jóvenes sobre los que construir, aunque necesitarán acumular recursos para poder moverse en futuros mercados y atraer a nombres más grandes. El éxito deportivo puede depender de un cambio en la directiva, que hasta ahora ha gestionado el equipo de manera nefasta. A su favor hay que decir que la decisión de desprenderse de Cousins, por muy controvertida que sea, es la acertada. Puede que la liebre termine siendo el gato, y viceversa.


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