domingo, 13 de septiembre de 2015

Bleeding Orange. "(Sangrando naranja)"



Escribo este artículo (un poco más personal que de costumbre) desde Syracuse University, donde he completado mis dos primeras semanas de clase y donde, si Dios quiere, estudiaré durante los próximos cuatro años un doble grado en periodismo digital y gestión de información (el nombre original es Broadcast and Digital Journalism & Information Management and Technology).


Mi historia con esta universidad es increíble. Tan increíble que aún no me creo que esté aquí en el noreste de Estados Unidos, en la ciudad que más nieve registra de todo el país, escribiendo este post mientras hago la "laundry" (colada) en una de las universidades más fascinantes del mundo. Mi historia comienza en 2010, cuando tuve la gran fortuna de realizar un viaje de unas cuatro semanas de duración por ciertos puntos de la costa Este de Estados Unidos, recorriendo y participando en diferentes basketball camps como jugador. Uno de esos camps era el de Syracuse University, una de las instituciones universitarias con más renombre en lo que a baloncesto (y a muchas más cosas) se refiere.


Tenía trece años cuando asistí a este camp, en el que pude jugar con y contra jugadores de todas las edades (en el 99% de los casos mayores que yo) y de todo el mundo en un lugar único, el Carrier Dome, un estadio cubierto con capacidad para casi cincuenta mil espectadores. El Dome es un estadio único, utilizado tanto para fútbol americano como para baloncesto. Como aficionado al baloncesto que soy, disfruté como un enano (que era), y quedé maravillado por el lugar, las instalaciones, y el descubrimiento de la cantidad de gente que jugaba al baloncesto alrededor de todo el mundo.



A mis trece años, no tenía ni idea de que acabaría estudiando la carrera en ese mismo lugar. Ni siquiera sabía que estudiaría la carrera en Estados Unidos, pero sí tenía claro que quería estudiar algo relacionado con el periodismo. En el largo y extenuante proceso que conlleva la solicitud de plaza a las universidades, me encontré con que Syracuse tenía una gran escuela de comunicación y periodismo, así que decidí probar y hacer todo lo posible por cumplir mi sueño, que era ser admitido en esta universidad. Cuando ya casi me había decidido por otra universidad, sonó la campana y Syracuse me abrió sus puertas.

Creo que, por mucho que esté ya aquí, aún no soy consciente de lo que estoy viviendo y de la oportunidad que supone realizar mis estudios en una universidad de este calibre.  No podría pensar en un sitio mejor para continuar mi vida de estudiante. Aquí el concepto de vida universitaria, pese a tener similitudes con el que tenemos en España, es muy diferente. El alumno es el protagonista de su educación, y los profesores nos hacen saber desde el primer día que están dispuestos a ayudarnos en todo porque son responsables de nuestros éxitos y fracasos.

En cuanto al baloncesto, que es la principal idea que quería transmitiros, esta experiencia me está sirviendo para reafirmar la belleza de nuestro deporte. Es un lenguaje universal que cualquiera puede interpretar, ya sea jugando o viendo jugar, porque un crossover puede llamarse rompetobillos en España, pero genera lo mismo: la satisfacción del atacante, la humillación del defensor y la admiración de los espectadores. Es tan solo un ejemplo del poder que tiene este deporte, de los más internacionales del mundo, para derribar barreras geográficas y temporales.



En las dos semanas que llevo aquí, he tenido ocasión de jugar con y contra gente de Francia, Congo, Chad, Italia, China, Filipinas y por supuesto de Estados Unidos. Creo que no hay mejor manera de conocer gente e internacionalizarse que jugando al deporte que más nos gusta, hablando el idioma universal que es el baloncesto con diferentes dialectos (los diferentes estilos de juego según los países). Por lo que me dice mi experiencia personal y a muy grandes rasgos, definiría los diferentes estilos de juego como técnico en Europa, espectacular en Estados Unidos, físico en África y rápido en Asia, aunque la esencia es la misma  y por supuesto hay infinidad de características compartidas en todo el mundo.



Todo esto sobre la base de la importancia que tiene el baloncesto aquí, donde nació. Aunque España ha visto cómo el baloncesto crece de manera constante gracias entre otros factores, a fantásticas generaciones de jugadores, la presencia de este deporte es mucho mayor aquí, donde las pistas están siempre llenas y el nivel general es muy superior al del resto de países del mundo. Syracuse es particularmente conocida por el gran ambiente y afición que se generan alrededor de los partidos de baloncesto, que se convierte prácticamente en una religión.





Al contrario de muchas universidades americanas en las que el fútbol americano es el deporte estrella, el baloncesto es el protagonista en Syracuse. Los Orangemen consiguieron alzarse con el título nacional en 2003 liderados por Carmelo Anthony, hoy uno de los mejores jugadores del mundo, y consiguen clasificarse para el torneo final de la NCAA (los Playoffs de la liga universitaria) año tras año, surtiendo a la NBA de jugadores formados aquí. Además de Carmelo Anthony (Knicks), Dion Waiters (Thunder), Michael Carter-Williams y Tyler Ennis (Bucks), Jerami Grant (Sixers), y Wesley Johnson (Clippers) son todos jugadores actuales de la NBA que han pasado por Syracuse. Además, en el draft de este año los Brooklyn Nets han seleccionado a Chris McCullough en el puesto 29 y los Indiana Pacers, a Rakeem Christmas en el puesto 36. Ambos son ex-alumnos de Syracuse.



































































































Además, Syracuse tiene en sus filas a uno de los entrenadores más ganadores e históricos de la NCAA: Jim Boeheim, que dirige al equipo de baloncesto desde 1976 y ha conseguido clasificarlo para los torneos finales todos y cada uno de los años que ha ejercido de entrenador excepto en 1993 y 2015, debido a sanciones de la NCAA. Boeheim cuenta con un balance total de 966 victorias y 333 derrotas (un 74% de victorias), y ha mantenido a Syracuse con un balance ganador año tras año. También es entrenador asistente de la selección estadounidense de baloncesto, consiguiendo dos oros olímpicos (2008 y 2012) y dos campeonatos del mundo en 2010 y 2014, además de diversos títulos en categorías inferiores. Conocido por ser un maestro de la defensa en zona 2-3, este verano anunció que se retirará en marzo de 2018, dejando el puesto de entrenador jefe a su asistente, Mike Hopkins. Boeheim forma parte del Salón de la Fama del baloncesto desde 2005.






























En definitva, el propósito de este artículo era transmitiros mi alegría por estar aquí y mi percepción del baloncesto y de todo lo que lo rodea en un escenario de ensueño como es Syracuse University.
También aprovecho este artículo para dar las gracias a todas aquellas personas que me han ayudado en mi camino hasta llegar aquí, tanto al personal de la Universidad como a la gente ajena a ella. Aunque no mencione nombres, ellos saben quiénes son y deben sentirse muy responsables de lo que hemos logrado juntos, gracias a su ayuda.
Tengo previsto traer a la página contenido interesante como fotos del estadio durante los partidos y tal vez alguna que otra crónica de los partidos. Además, os iré contando cómo marcha mi aventura americana en mi cuenta de Twitter. Go Orange!



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnífico artículo.

Javier Romero dijo...

Muchas gracias, me alegro de que te haya gustado!

Anónimo dijo...

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